Un golpe de violín.
La ruptura progresiva del piano,
y un largo quejido que danza
en la terrible nostalgia del ahogo.
El ayer.
Se impone gigante la sombra del violonchelo.
Busca la curva en ese sonido
y el olvido no llega.
En mi boca,
el ácido sabor del que quiere olvidar.
(La amargura de la ginebra sin límites.)
¡No quiero más del ayer!
Esa danza entre el dolor y la melancolía absurda.
Absurda como la ciudad gris de tu cuna.
Donde se entrecruzan los barcos y las piernas.
Las calles rotas.
Ese laberinto de memorias
de un cuerpo.
El cuerpo, que fue el ayer.
19 de Marzo de 1999.
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